lunes, 30 de mayo de 2005

Crónica de una Misión

A continuación quiero compartir con ustedes un texto que redacté fruto de una experiencia mientras me encontraba como religioso en formación en Colombia el año 2003. El "por qué" deseo compartir esto con ustedes lo irán descubriendo a medida que vayan leyendo, Ojala les cuestioné y les sirva. a continuación va publicado el texto integro:

Colombia, 03 de Agosto de 2003

Muy queridos Hermanos:

Espero que se encuentren muy bien. Ha pasado ya bastante tiempo desde que retorné de la misión en el Chocó y he tenido el espacio para decantar todo lo que he vivido y ahora me dispongo a llevarlo al papel. Este escrito responde a dos objetivos; compartir fraternamente con ustedes lo que viví en la misión y cumplir con el compromiso que contraje con las comunidades de enviar fuera del país un documento que hable acerca del proceso de resistencia que ellas están viviendo. Debo decir que me embargan muchos sentimientos a la hora de hablar de esta experiencia que me ha marcado e interpelado tan profundamente, sin embargo, trataré de narrar de la mejor forma posible todo lo ocurrido, por ello, he pensado que la mejor forma de hacerlo es a modo de crónica, a fin de reconstruir mejor los acontecimientos de esos 17 días de misión.

Antes de comenzar quiero introducirlos acerca de la situación que vive el Chocó y sobre el sentido de la misión que fuimos a realizar en dicho lugar.

Actualmente, el Chocó esta poblado por tres culturas que se han ido aislando la una de la otra, estas son: la Negra, la Indígena y la Mestiza (o Chilapos) ellas deben lidiar a diario con el conflicto armado que afecta al país.

En la zona hay presencia de los frentes 5, 57 y 34 de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), pero ellos no están solos, pues en 1997 se llevó a cabo una gran avanzada Paramilitar generando el desplazamiento de la comunidad civil más grande de la historia del País. Este proceso fue llamado “Pabarandó” (en alusión a la cuenca hacia la que se dirigieron). A partir del año 1999, la población comenzó a retornar al territorio, tomando la figura de Comunidades de Paz, así se declararon neutrales frente al conflicto.

Sin embargo, entre los años 2000 y 2001 son nuevamente desplazados por una nueva avanzada Paramilitar más fuerte que la anterior. Así entonces, los paramilitares asumieron el control de las comunidades (exceptuando a Cacarica) La guerrilla se desplazó más hacia el corazón de la selva, pero no salió del lugar, actualmente nadie sabe donde están asentados. Cosa rara pero cierta.

En 2002 y 2003, con la ascensión al poder de Álvaro Urbe Vélez, Río Sucio se transformo en un fuerte paramilitar. Ellos son los que dominan prácticamente toda la zona, teniendo, sobre todo, hegemonía sobre los cultivos ilícitos de cocaína.

En Río Sucio se encuentra la Parroquia de Nuestra Señora del Carmen, a cargo de ella está la comunidad claretiana compuesta por tres sacerdotes (Luis María, Armando y Albeiro) y un estudiante en su año pastoral (Álvaro). La parroquia comprendía una gran extensión de terreno, por lo que el trabajo pastoral demandaba un enorme sacrificio (lo sigue demando) y disponibilidad para estar saliendo a cada momento por agua rumbo a las distintas comunidades. El obispo del lugar teniendo encuenta la dificultad del trabajo de nuestros misioneros quiso ayudar a la causa creando una nueva parroquia para prestar ayuda y lograr atender mejor al pueblo, así es como desde hace un tiempo se encuentra en la zona un sacerdote diocesano (Simplicio) que trabaja codo a codo con los claretianos.

Días antes de partir, mientras nos encontrábamos participando de las actividades de la semana de la vida Religiosa, Albeiro y Álvaro nos visitaron en la casa del noviciado para introducirnos en los que teníamos que hacer durante la misión.

A nuestra llegada nos encontraríamos con bastante revuelo, pues todas las comunidades se estaban preparando para celebrar la fiesta del Carmen, la cual cobra un tinte cultural, Espiritual y religioso. Acompañar esta actividad sería una de nuestras prioridades

Por otro lado, la parroquia ha asumido tres ejes sobre los cuales debe basarse toda actividad que se lleve a cabo; estos son la autonomía, el territorio y la identidad cultural. Esto se considera a la luz de un documento constitucional conocido como Ley 70. Haciendo un poco de historia, debo comentar que la ley 70 comenzó a gestarse en 1991 y que vio la luz en 1993, convirtiéndose en la primera ley que reconoce que en Colombia hay presencia importante de comunidades negras y que dado que llevan viviendo tanto tiempo en la zona del Chocó, esos territorios les pertenecen a ellos. Así fue como se les concedió títulos colectivos sobre las tierras, lo cual les llevo a asumir una organización comunitaria sumamente importante, contemplando incluso que en el senado haya cupo para dos representantes negros. Esta ley es inderogable, sin embargo, Álvaro Uribe, el actual presidente está tratando por todos los medios de suprimirla, pues el tema de los títulos colectivos no le conviene en absoluto al estado, pues si este quiere comprar las tierras a alguien, es la comunidad en pleno la que debe aprobar o rechazar la oferta de compra y, en la actualidad, las comunidades no quieren vender, pues son las tierras que han cobijado a generaciones y generaciones, son las tierras que ellos saben trabajar de forma adecuada sin alterar el equilibrio natural. Gran parte del mundo tiene puestos los ojos en el Chocó, pues la riqueza animal y vegetal que allí se encuentra tiene un valor incalculable para el imperio capitalista que quiere arrasar con la selva para saciar sus ansias de hegemonía económica. Lo bueno es que la gente esta al tanto de la situación, eso se debe en gran parte al trabajo que los misioneros han hecho y a la importante labor que llevan a cabo las distintas ONG’s que se encuentran trabajando en el lugar. Pues bien, ese era nuestro segundo (pero no menos importante) objetivo: seguir haciendo conciencia en las comunidades de que las tierras son de ellos y que nadie puede decir lo contrario.

Ahora creo que es momento de comenzar con el relato de lo que viví en el Chocó. Debo aclarar que cada vez que me refiera a los habitantes del lugar como Negros(as), Indígenas o Chilapos(as) no lo hago para nada en forma despectiva, sino más bien por que eso es lo que son y ellos me enseñaron que viven orgullosos de serlo.

Julio de 2003

Martes 01: Ayer habíamos concluido el taller de Vida Religiosa al que habíamos estado asistiendo desde la semana anterior. Como las charlas habían sido dadas por un hermano nuestro; el Padre Santiago Gonzáles CMF, director del Claretianum de Roma, le habíamos invitado de antemano para que celebrara con nosotros la Eucaristía de envío de misión en nuestra casa y de paso compartiéramos el almuerzo en un espacio mucho más calmado que el que se generó en la Universidad Luis Amigó de Medellín los días de las charlas.

Sumamente sentida fue esa Eucaristía, ya que el P. Santiago con su carisma y sencillez nos entusiasmo mucho para la experiencia que habríamos de vivir. Por la noche, cargamos el equipaje en la buseta y nos dirigimos rumbo al terminal norte de la ciudad para tomar el bus que nos llevaría en la primera parte del viaje. Antes, pasamos por la curia para recoger a Álvaro, que viajaría con nosotros acompañándonos para evitar extravíos innecesarios.

La espera en el terminal fue corta, nos despedimos del P. Libardo y nos embarcamos. Sin embargo, el viaje no fue de lo más cómodo, pues el chofer del bus considero buena idea subir más pasajeros de la cuenta, cobrándoles una tarifa mucho más baja y sentándolos en el pasillo del bus. Los pasajeros fortuitos, en su mayoría niños, sufrieron de nausea y mareos durante casi toda la noche, lo cual no nos dejo dormir en ningún momento de las diez horas de viaje nocturno, pero como poco se podía hacer ya, hubo que resignarse y tratar de descansar lo que más se pudiera, pues el viaje era largo y quedaba mucho aún.

Miércoles 02: a las 07:30 de la mañana llegamos a Apartadó, allí nos esperaba Albeiro, para iniciar la segunda parte del viaje. Descansamos un poco, desayunamos y luego nos dispusimos a partir. Para llegar a Río Sucio hay dos alternativas, una es por agua saliendo desde un lugar llamado “Turbo” y la segunda es por tierra si el camino lo permite. Albeiro había decidido que fuera esta última la alternativa para esta ocasión y, que el viaje por agua se hiciera de vuelta, para que pudiésemos vivir las dos experiencias.

Cargamos el equipaje en dos Jeep’s y salimos. Primero tuvimos que devolvernos cuarenta minutos por donde veníamos para cargar combustible y alcanzar la entrada que lleva a Río Sucio.

El camino es bastante duro y con presencia de varios retenes de paramilitares, de hecho, al lado de la vía se puede ver la gran hacienda de uno de los jefes paramilitares más importante de la zona, sin embargo, no se podía preguntar mucho por que no sabíamos que vínculos podía tener el chofer del vehículo. Solo hicimos una parada después de dos horas de viaje para tomar un refresco y estirar un poco las piernas. Al continuar, nos encontramos por el camino con una patrulla de militares que iban hacia Río Sucio, como el camino era aún bastante largo, nos detuvieron y se montaron en los techos de los Jeep’s, sobre el equipaje, a pesar de que tienen absolutamente prohibido montar vehículos civiles. Lo malo fue que el exceso de peso hizo que nos empantanáramos en la última parte del camino, claro está que nuestros pasajeros no ayudaron en nada a sacar el Jeep del pantano en que quedamos varados.

Pero al fin llegamos. Quedaba tan solo un trecho corto por agua, no más de diez minutos, así que nos esperaba Amancio, un seglar claretiano que nos llevaría en uno de los botes de la parroquia para por fin descansar un poco.

Ya instalados, a las 10:30 de la mañana nos reunimos con la comunidad de misioneros que nos dio la bienvenida y nos explico que dado que había muchas visitas en la casa, tendríamos que acomodarnos como mejor pudiéramos, lo cual no representaba mucho esfuerzo, ya que nos daban colchonetas y un espacio donde dormir a gusto; lo único que necesitábamos después de un viaje sumamente agotador.

El resto de la tarde lo ocupamos en celebrar la Eucaristía para agradecer a Dios el que hubiésemos llegado bien y aprovechar de conocer el pueblo.

En la noche tuvimos tiempo para compartir con extranjeros (en especial españoles y franceses) pertenecientes a distintas ONG’s que trabajan en la zona. Fue un rato fraterno donde intercambiamos experiencias, algo de beber y, en lo personal, un poco de música de mi querido Chile. Luego nos retiramos a descansar, a mi me toco dormir en la biblioteca de la parroquia, la cual resulto un lugar sencillo y acogedor.

Jueves 03: A las 07:15 AM nos reunimos en el templo con la comunidad claretiana para comenzar el día con la oración matutina. Acabado el desayuno nos reunimos para organizar los grupos y la salida a las comunidades (que sería al día siguiente) A mí me correspondió trabajar en la cuenca del “Jiguamiandó” (que según dicen, en lengua Embera significa “Río de Piedras”, aunque parece ser que tiene más de un significado) junto con Rosendo (Bolivia), Rubén, Argemiro ( Ambos de Colombia Occidental) Amancio y Edilberto (o “Calvo” como siempre le dijimos, pues en el chocó cada cual, hombres y mujeres tienen un sobrenombre, que siempre es puesto con cariño y sentido fraterno), estos dos últimos serían los motoristas que llevarían el bote en el que viajaríamos. Además, se nos entregó el material necesario para el viaje y la estadía, esto era: Un toldo a modo de carpa para dormir protegido de los zancudos y mosquitos (ambos insectos sumamente bravos), un par de botas para el agua, un chaleco salvavidas, un chaleco con el logotipo de la parroquia (que tenía el sentido de identificarnos y protegernos si así lo requería la situación) y la colchoneta para dormir. Albeiro quiso reunirse con nosotros aparte pues había cosas importantes que tratar.

La cuenca del Jiguamiandó era la comunidad más lejana. Se encontraba a unas nueve o diez horas de viaje por agua, además, era la zona donde el conflicto armado estaba más agravado, tan solo unos días atrás se había originado un enfrentamiento entre paramilitares y guerrilla en una de las comunidades de la cuenca, originando pánico y miedo entre los habitantes. La decisión de que fuéramos allá Rosendo y yo se debió al hecho de que ambos éramos extranjeros, eso, en alguna medida, contribuía a calmar un poco la situación. Se nos comunicó además que se encontraba en el lugar una canadiense de la comisión Intereclesial de Justicia y Paz, la cual se uniría a trabajar con nosotros, por último, se nos pidió que saliéramos a más tardar a las seis del día siguiente pues el viaje era largo y no convenía que nos alcanzara la noche. La verdad es que esas recomendaciones nos preocuparon un poco, sin embargo, estábamos entusiasmados.

Por la noche hubo nuevamente cantos y compartir, pero los que viajábamos temprano nos acostamos temprano, esta vez en el living de la casa de la comunidad, para estar descansados y salir temprano sin molestar a nadie.

Viernes 04: A las 05:30 AM estábamos en pie todo el equipo, Amancio había ubicado el motor de cuarenta caballos de fuerza y el Calvo había cargado el otro motor de veinticinco que nos serviría en una zona de nivel bajo de agua. Pese a estar todo listo, nos atrasamos y no salimos a las seis, sino a las siete, mientras, ya se habían levantado los demás y salían a darnos la despedida. Pasamos primero por una tienda a buscar el mercado (alimento) para nuestra estadía en la cuenca y luego nos adentramos en el río Atrato, en la punta del bote flameaba la bandera de la parroquia, en donde se leía “Por el Dios de la Vida y por la Vida del Pueblo”, además del CMF que en grandes letras se veía en medio. Esta era también una forma de identificarnos y protegernos.

Por el camino hicimos una breve parada en la comunidad de Carmen del Darién (junto al río Atrato) y una un poco más prolongada en Vigía de Curbaradó para desayunar.

Nuestra embarcación medía diez metros de largo por uno de ancho, así que íbamos un poco apretados. Durante el viaje traté de dormir un poco, sin embargo, resulta difícil conseguirlo cuando constantemente te va dando el agua en la cara, de todas formas conseguí cerrar los ojos por lo menos una media hora.

Así, entre sueños y risas llegamos a una zona que se conoce como “el tapón”, que está compuesta por pedazos de hierbas acuáticas que viajan por el río y una que otra porción de tierra arrancada por la fuerza del agua en los tiempos de crecida. La verdad es que forma un efecto bonito, sin embargo, eso no sirvió para evitar que nos perdiéramos y que diéramos vueltas por un buen rato buscando la entrada al caño, la segunda parte difícil del viaje. Mientras buscábamos se nos atravesó nadando un animal de la selva, que nunca supimos que era, de todas formas no nos provoco problemas. Al rato, encontramos a un campesino que viajaba en su Champa (pequeña embarcación de madera), el cual nos orientó ayudándonos a salir de esa trampa que nos hacía gastar combustible de más.

Entramos así en el caño conocido como “el seco” y, esta vez, haciendo honor a su nombre, traía muy poca agua. El primer tramo (unos tres o cuatro Km.) lo pudimos hacer con el motor, sin embargo, adelante el agua estaba muy baja, por lo que tuvimos que levantar el motor y hacer funcionar las “palancas”, que no eran otra cosa que unas varas de dos o tres metros, según se necesitara, con las cuales teníamos que empujar el bote por el caño que a veces no tenía más de dos metros de ancho para un bote que medía diez metros de largo por noventa centímetros de ancho. Lo malo es que no llevábamos palancas para todos, y dos nos quedamos sin trabajo, la única solución era lanzarse al agua y ayudar empujando, sin embargo me daba vueltas la imagen de la raya que hacía unos metros atrás habíamos visto y cuya picadura es tanto o más peligrosa que la de una víbora. Pero como no podíamos quedarnos sin hacer nada, nos lanzamos al agua que nos llegaba hasta las rodillas, las botas solo nos protegían en caso de que algo quisiera mordernos, por lo demás esa tarea es tan agotadora como palanquear. Al cabo de un rato, las palancas se hicieron inútiles, y dado que el peso de los demás hacía que el bote se enterrara más fácilmente, el resto del grupo saltó también al agua exceptuando a Amancio que dirigía la maniobra guiando el bote con una palanca más corta.

Fueron dos horas y media empujando el bote por aquél difícil, pero único acceso a la cuenca. Por el camino nos encontramos con otro grupo que venía de salida. Hacer pasar esos dos botes de trece metros cada uno, sin dañar el nuestro y por ese espacio tan reducido fue una odisea, sin contar que ninguno de los que venía en los otros botes se bajo a ayudar, por lo que después bromeábamos entre nosotros diciendo que había pasado el faraón y su sequito.

Nada nos pico ni ataco durante el paso por el seco, y luego de sortear una gran palizada, entramos en la cuenca. Al cabo de cuarenta minutos estábamos atracando en la playa de la primera comunidad: Nueva Esperanza, eran las 04:30 PM.

La gente del lugar nos esperaba ansiosa. Nueva esperanza es una comunidad de Chilapos (mestizos) los cuales sufrieron el enfrentamiento de hace un mes atrás, por tanto, son personas ávidas de acompañamiento. Erasmo, uno de los líderes y miembro principal del consejo, organizó rápidamente a la gente y desembarcaron todo cuanto traíamos. Fuimos conducidos a la “casa de los acompañantes”, una pequeña casita que existe prácticamente en todas las comunidades y que cumple el rol de hospedar a los grupos que llegan a acompañar las comunidades. No tiene lujos, es solo la construcción de madera; dos habitaciones y ya, y la verdad es que no se necesita más, pues uno tiende su colchoneta en el piso, cuelga el mosquetero que rodea la colchoneta y ordena el bolso en algún lugar donde no estorbe. Con todo organizado, nos fuimos a bañar y a lavar nuestra ropa al río, pues llegamos llenos de barro y mojados luego de pasar el seco.

Por la noche llego Tania, la Canadiense de Justicia y Paz que ya llevaba cerca de seis meses en la cuenca, una muchacha joven muy dinámica y trabajadora. Desde un principio, el grupo se llevo muy bien con ella. Esa noche cenamos en una de las casas de Erasmo. Digo “una de las casas” por que en la comunidad, la poligamia no es mal vista, al contrario, es símbolo de respeto, por tanto, Erasmo tenía tres esposas, tres casas y un buen número de hijos. La cocina fue confiada a Cripina, una de sus mujeres.

Luego de cenar nos fuimos a descansar pues ya no dábamos más.

Sábado 05: A las 06:40 AM, Erasmo nos despertó pues nos necesitaba urgentemente. La noche anterior, en la comunidad vecina, Puerto Lleras, distante a una hora de camino por la selva, corrió el rumor de que unos hombres armados andaban por los alrededores, por lo que un muchacho que escuchó aquello, de puro miedo se internó de noche en la selva, sin botas ni linternas para avisar en Nueva Esperanza, pues sabían que había presencia de acompañantes.

Nos reunimos y se acordó que Amancio, Erasmo y Tania partirían a la comunidad para ver que ocurría. Compartimos con Tania cual era nuestro trabajo, y así se consolidó en nuestro grupo. Después del desayuno, los designados partieron a Puerto Lleras en el bote a ver que ocurría. El resto del grupo nos dedicamos a visitar las familias del caserío.

En cada casa que visitábamos se podían ver los huecos que las balas dejaron en los techos y paredes de las casas el día del enfrentamiento, por el suelo aún quedaban palmeras que habían sido arrancadas por la fuerza de los morteros. En esa oportunidad, los paramilitares secuestraron a tres muchachos de la comunidad. Los habitantes de Nueva esperanza nos contaban que ya los habían dado por muertos cuando les llegó la noticia de que los habían liberado a kilómetros del lugar, en otra cuenca, gracias a la intervención de la Cruz Roja. Esa obra “humanitaria” responde a una nueva forma de desplazamiento que los paramilitares están usando, pues los tres muchachos fueron amenazados de muerte si volvían a su comunidad, de esa forma, los sacaron del territorio (que es lo que les interesa por la riqueza mineral y vegetal del lugar, pero por sobre todo por lo estratégico de la zona en si, caracterizada por su difícil acceso) sin gastar balas. Frente a esa situación, son pocos los argumentos que se pueden ocupar en su contra, queda, además, el temor de que lo sigan haciendo con los líderes de las comunidades, desarticulando totalmente a estas. Lo cierto es las gente vive en constante temor, sumidos en una psicosis colectiva enorme, que hace que cada vez que ven moverse una hoja piensen inmediatamente que son hombres armados, así, la vida es sumamente dura.

Cerca de la una de la tarde volvió el bote. Desgraciadamente, el rumor era cierto y teníamos que movernos al lugar para acompañar a esa comunidad. Por el momento quedábamos tranquilos que había otra ONG trabajando en el lugar. Se trataba de ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados) que estaba llevando a acabo la tarea de inscripción en el registro civil de la comunidad. Apenas ellos bajaran nosotros subiríamos.

Por la tarde nos reunimos con la comunidad para celebrar la palabra, a mí me correspondió presidir la celebración, para lo cual tuve que revestirme, pues Albeiro nos había explicado lo importante que era para las personas ver a los misioneros con ropa que les distinguiera, sobre todo en las celebraciones. Debo decir que me sentí emocionado mientras celebraba, el ambiente, las personas, todo contribuyeron a que me sintiera sumamente misionero. Luego de la celebración comunicamos a la comunidad la decisión que habíamos tomado, dadas las circunstancias, de salir del lugar, pero que eso sería al día siguiente, por lo cual aprovecharíamos la mañana y parte de la tarde para trabajar con ellos.

Terminamos este día un poco tensos, aunque el compartir que como grupo tuvimos por la noche ayudo a clamarnos.

Domingo 06: Hoy se cumple un mes del rapto de los tres muchachos. Nos levantamos a las 06:30 AM. Nos dirigimos al río y ahí nos bañamos. Como el Chocó es tan cálido, el agua suele estar siempre a una temperatura ambiente, solo hay que tener cuidado con las rayas y los pejesapos que esperan algún pie distraído para picar. El río es la ducha y la selva es el baño, teniendo cuidado de no ser mordido por alguna serpiente claro está. Luego del desayuno nos reunimos como equipo para hacer oración.

A las 09:30 AM nos reunimos con cerca de 80 niños para tener un rato de recreación y catequesis con ellos. Es increíble la expresividad de esos pequeños que han tenido que ir madurando tan rápidamente a causa de la guerra. Con muy poco son felices, solo quieren paz y tienen mucha conciencia de ello y, a su manera, lo expresan. Esta vez fue dibujando que nos hablaban del proceso de resistencia que están viviendo junto a sus familias y del miedo que tienen. Cosa curiosa que no espere encontrar fue que juegan al trompo, así que esa fue mi puerta de entrada para ganarme su confianza, pues en un principio no me creían que supiera hacerlo bailar, después me aceptaron como uno más de ellos.

Concluido el trabajo con los niños, Amancio juntó a los jóvenes y adultos de la comunidad para la charla acerca de Ley 70. En eso se ocupo el resto de la mañana.

Después de almuerzo nos reunimos con cerca de 20 jóvenes para el taller de artesanía. Como se venía la fiesta de la Virgen del Carmen, les enseñamos a confeccionar denarios de hilo, que en Colombia son muy comunes en el ámbito de las pastorales y Vida Religiosa. Aprendieron bastante rápido a hacer los nudos y al final de la tarde todos tenían su denario.

ACNUR no llegó, así que Tania y yo tuvimos que armar todo de nuevo, pues éramos los únicos que habíamos alistado nuestras cosas para partir. Mientras cenábamos, se descargo una lluvia con un viento sumamente fuerte, que nos sorprendió sin botas, sin linternas ni nada para cubrirnos. Llegamos a la casa de los acompañantes de noche y totalmente empapados, así que aprovechamos para bañarnos con la lluvia que caía.

Después del baño conversábamos que se nos estaba acabando el mercado. Calcularon mal el que nos enviaron, así que teníamos que pedir que nos enviaran un poco más con algún bote que subiera desde Río Sucio. A mí me vino un dolor de garganta que me incomodo un poco, así que esperaba que no fuera a pasar a mayores, pues enfermarse en esa lejanía no era nada simpático.

Lunes 07: Hoy fue un día triste que recordaré el resto de mi vida. Eran alrededor de las 09:40 AM. Llovía. Nos encontrábamos haciendo la oración comunitaria, un grupo de niños estaban alrededor y nos miraban curiosos. No habíamos terminado aún cuando apareció un grupo de gente entre los platanales; era ACNUR que llegaba, traían el rostro sombrío. Se acercaron para saludarnos, se disculparon por el atraso y nos dieron una fatal noticia; a las nueve de la mañana, en Puerto Lleras se oyeron unos disparos en el lugar conocido como el “Sapayal” distante a 15 minutos de la comunidad donde estábamos nosotros. Los paramilitares habían asesinado a Carlos Salinas, más conocido como el “Cubano Negro” de 38 años de edad, habitante de la comunidad de Puerto Lleras. Todo fue delante de su hijo de once años, al que le gritaron “...Piérdase que la cosa no es con Usted...”. Con mucho miedo y rabia nos dispusimos en pocos minutos, cargamos el bote bajo la lluvia que caía implacable. Nos despedimos rápidamente de la comunidad y salimos, los seis, Tania y dos habitantes de Pueblo Nuevo. A los pocos minutos de haber salido, en una vuelta del río, le divisamos, estaba boca abajo enterrado sin vida en la arena de la playa. Su champa (bote pequeño de no más de cuatro metros de largo, cuarenta centímetros de ancho y unos 20 de profundidad) había quedado enredada junto con el trasmallo (red de pesca) en un árbol que la corriente había arrastrado, la recogimos y subimos a nuestro bote el trasmallo que tenía enredado uno que otro pescado, luego nos dirigimos hacia donde estaba. Nos acercamos los dos negros que iban con nosotros, Rosendo, Argemiro y yo; todos le rodeamos sin reaccionar. Creo que fui yo el que tomo la iniciativa de tomar su brazo, los demás hicieron lo mismo. Fue necesario alzarlo entre varios, pues tres de los tiros habían sido dados en las articulaciones de uno de sus brazos y una de sus piernas. Le habían desarmado. Lo subimos a su Champa y partimos rumbo a su comunidad. Sentía ganas de llorar, impotencia, miedo y solo me quedaba callar mientras llegábamos, la lluvia nos golpeaba con fuerza la cara.

Al llegar a Puerto Lleras, toda la comunidad se volcó a la orilla del río todos lloraban fuertemente, de pronto el llanto de su hijo irrumpió por sobre el de los demás, se le unió el de su hermana y hermano. Eso me partió el alma. Había que subir una pequeña loma al bajar del bote, la cual con la lluvia se puso sumamente resbaladiza. La gente nos miraba asustados. Inmediatamente los lideres del consejo y algunos adultos fueron preparando el lugar donde pondrían a Carlos, una pequeña techumbre que servía de escuela para los muchos niños y niñas de la comunidad. Allí se dispusieron tres tablas sobre unas sillas. Con mucha dificultad lo subieron desde su champa que flotaba en el río junto a nuestro bote. Fue puesto sobre las tablas con su cabeza hacia el lugar donde nació y sus pies hacia el lugar donde murió, según señaló una anciana de la comunidad. Al desnudarlo para limpiar su cuerpo encontramos que fueron cinco los tiros que cobraron su vida, no pude menos que traer a la mente los dibujos de nuestro hermano Cerezo Barredo, pintor de la liberación, pues delante de mí tenía a Cristo que moría nuevamente en la persona de Carlos con las mismas cinco heridas que en aquel entonces le hicieron sus asesinos a Él. Era mucha la rabia y el dolor que tenía, igual mis hermanos, todos estábamos impactados y no acertábamos a nada. La comunidad subió nuestro equipaje y lo llevo a la casa de los acompañantes del lugar (mucho más pequeña que la de Nueva Esperanza) Nos sirvieron almuerzo, más yo no comí, hacía rato que había perdido el apetito.

Según el informe que más tarde publico la comisión Intereclesial de Justicia y Paz, Carlos había sido retenido por los paramilitares junto con su esposa, dos de sus hijos menores de edad y un vecino el pasado 5 de Enero de 2003, ahora, con su muerte, concretizaban lo que habían comenzado meses atrás.

Cuando escampo la lluvia y nos calmamos un poco, nos reunimos como equipo (previa reunión y presentación ante el consejo y la comunidad que estaba presente en el sitio donde habían puesto el cuerpo del cubano) para intercambiar impresiones y sentimientos, incluso para llorar entre nosotros si era necesario. Al preguntarle a Amancio si podíamos esperar una arremetida paramilitar por haber levantado el cuerpo, él respondió que era probable. Era lógico, dejar el cuerpo sin vida de Carlos, tirado al borde del río era una estrategia de los Paramilitares para sembrar el terror en los habitantes de la cuenca, un método de presión que los mantenía al borde de la crisis emocional; nosotros les quebramos su estrategia, pues frecuentemente, cuando ocurren hechos como estos, los cuerpos quedan botados, pues nadie, ni siquiera las ONG’s se atreven a recogerlos. Fuimos un tanto osados, más, era nuestro deber como Iglesia, no podíamos menos que hacer lo que hicimos.

Ese día y los que siguieron nos mantuvimos nerviosos a la espera de una incursión Paramilitar, sin embargo, teníamos que acompañar a la comunidad dándole ánimos para seguir adelante; tocaba hacer como el payaso que ríe para afuera y llora por dentro.

Con el cuerpo de Carlos presente, celebramos la palabra con la comunidad, que aún estaba bastante excitada. Toda esa noche fue vigilia en memoria del cubano. Vino gente de las otras comunidades; Nueva Esperanza y Pueblo Nuevo. Lo curioso es que toda la noche estuvo coronada por la alegría, pues jugaron domino y naipes los hombres y bingo las mujeres, así como también se repartieron cigarrillos y agua ardiente para animar la noche. Lo cierto es que el pueblo negro tiene mucha fuerza y, si bien es cierto que en el momento mismo de la tragedia se quiebran como cualquier persona, no se puede negar que rápidamente se componen y sacan fuerzas para seguir adelante. Las muchas injusticias de las que han sido victimas los han “entrenado” para afrontar de esa manera los dolores. Aunque sus rostros manifiestan las muchas penurias que les ha tocado afrontar.

En parte por que estaba cansado y en parte por que me impresiono la forma de velar a Carlos, decidí ir a acostarme para tratar de despejar un poco la mente.

Martes 08: A las 04:30 AM Amancio nos despertó para que asistiéramos a la “hora del Muerto”, que no era otra cosa que un espacio en donde la comunidad se despedía de Carlos y se rezaba un último rosario. No tuve fuerzas para levantarme, tampoco Tania (Que compartía la pieza conmigo), la “triste pesca” del día anterior me había dejado exhausto.

Durante la noche de vigilia los hombres de la comunidad habían estado trabajando en el ataúd del cubano y en la fosa donde descansarían su cuerpo, en busca de la Paz que los mismos seres humanos le arrebataron tan vilmente. A las dos de la tarde se llevo a cabo la celebración de la palabra a modo de exequias. Ninguno de nosotros sabía muy bien que decir y Rubén, que fue el que presidió procuro hacerlo lo mejor posible. Inmediatamente después de la liturgia y, según la costumbre, se llevo el cuerpo del cubano en procesión por todo el caserío hasta el lugar que se había dispuesto como su tumba en un sector aledaño. Según la costumbre todos debían echar un poco de tierra, a nosotros también nos tocó y creo que cada uno de nosotros lo hizo con una mezcla de sentimientos que nos oprimían el corazón. Era el primero que podían sepultar, la gente nos agradeció mucho el que hubiésemos rescatado su cuerpo, sin embargo, eso no nos conformo mucho, pues vinieron más malas noticias.

Habían pasado unas dos horas desde que habíamos enterrado a Carlos cuando se sintió el ruido de un motor. Todos nos fuimos a la orilla del río mientas veíamos aproximarse un bote con dos ocupantes, eran los hijos de Toribio, uno de los negros de la comunidad. Ellos estaban viviendo en “Murindó”, una localidad bastante lejana a la cuenca, es por eso que el hecho de que aparecieran a esa hora así como así no era signo de buenas noticias, además, los hijos de Toribio eran tres y solo dos venían acercándose. En efecto, el tercer hermano había sido raptado por la guerrilla, lo cual significaba la muerte. (Sin embargo, cuando terminó la misión me enteré por Albeiro que el muchacho había logrado escapar en una maniobra que solo se ve en las mejores películas de acción, pero no contaré aquí como fue aquello) Nuevamente el llanto y el desconsuelo. Recién veníamos saliendo de una muerte y nos enfrentábamos a otra que parecía ya consumada. Amancio y Tania conversaron con los muchachos para obtener todos los datos posibles a fin de llamar a Bogotá (Tania portaba un teléfono satelital) a la Comisión de Justicia y Paz y a Río Sucio a la parroquia. Mientras, Toribio y su mujer lloraban amargamente y nosotros teníamos un tremendo nudo en la garganta. De pronto, Toribio se incorporo, tomo un machete y se metió en la selva. Todo pasó muy rápido y no reaccionamos hasta que transcurrieron unos minutos. Cuando nos dimos cuenta pensamos en lo peor y nos lanzamos detrás de Toribio para impedir que cometiera una locura. Sin embargo, cuando íbamos entrando en la selva, nos salió al encuentro arrastrando dos galones de gasolina que tenía escondido quien sabe donde.

Había decidido partir inmediatamente hacia Murindó en busca de su hijo. La comunidad trataba de convencerlo de que no saliera, pues era tarde, sus hijos estaban cansados por haber pasado el seco y de noche, el viaje era muy peligroso salir. Se encontraba muy mal y no escuchaba a nadie, yo me atreví a acercarme a ese tremendo negro de dos metros de altura, le puse mi mano en su fuerte hombro y le pedí que no partiera para que nos dejara tranquilos a todos, que esperara hasta el día siguiente. Me miró con sus ojos llenos de lágrimas y me dijo “Sí Señor” soltando su bolso y todo lo que había dispuesto para salir y rompiendo en llanto. Nuevamente me deshice por dentro, al igual que mis otros hermanos, pero no podíamos quebrarnos delante de la comunidad, pues en ese momento era indispensable que diéramos fuerza y aliento a la misma, aunque ello nos costara.

Miércoles 09: Toribio partió muy de madrugada, no alcanzamos a despedirnos de él. Durante la mañana algunos del grupo cruzaron a la otra orilla del río para ayudar a un señor a traer maíz y algo de caña de azúcar para masticar, Tania y yo nos quedamos, pues ella debía presentar un informe escrito a su ONG y los mismo nosotros a la parroquia, así que nos ocupamos durante la mañana en esos menesteres. Mientras escribíamos, escuchábamos la emisora de las FARC, llamada popularmente “La Conga Guerrera”, que es una de las pocas que se pueden captar en la zona. Me resultaba extraño escuchar en esa zona canciones de Víctor Jara, Violeta Parra, Quilapayún, etc, sobre todo por el contexto en el cual sonaban las letras de las canciones que la Conga transmitía. La verdad es que la mayoría de las veces hacían comentarios de coyuntura bastante buenos, eso hay que decirlo, pero hay que decir también que a veces se excedían en los mensajes que mandaban, que en su mayoría estaban destinados a que los jóvenes se enrolaran en sus filas. Claro que también nos reímos con alguna de esas exageraciones, se me viene a la cabeza recordar a la lora que cantaba en una canción y que solo decía FARC, FARC, FARC.

La situación parecía estar más calmada, así que por la tarde celebramos la palabra un tanto más relajados, aunque preocupados por la suerte de Toribio y su hijo. Al final de la celebración Tania se despidió de la comunidad, pues se acercaba la fecha de vencimiento de su visa, por lo que debía salir del país, así que había decidido bajar a la comunidad de Nueva Esperanza para pasar con ellos su dos últimos días en la cuenca, pues el viernes tenía que salir de ella para viajar a Bogotá.

Jueves 10: En la mañana, a eso de las 08:00 AM Llego Erasmo desde Nueva Esperanza para llevar a Tania a su comunidad. Nos despedimos de ella y prometimos escribirnos, mal que mal nos toco compartir con ella en las buenas y en las malas. Erasmo trajo nuevos rumores de hombres armados, sin embargo como Tania se iba con él no fuimos a investigar, además podía ser exceso de la imaginación a causa del miedo.

Habíamos decidido esperar unos días para llevar a cabo alguna de las actividades que teníamos planeadas y, como ya la comunidad estaba más calmada, resolvimos comenzar ese día. A penas partió Tania nos juntamos con los niños de la comunidad, llegaron cerca de cuarenta sumamente entusiasmados. Así, entre juego y dibujo se nos fue la mañana.

Por la tarde enseñamos a hacer los denarios a más de cincuenta personas del caserío. Terminamos con la celebración de la palabra que me correspondió organizar y presidir a mí, mucho más tranquilo y alentado pude hablar sobre lo ocurrido con mucha más soltura. La oración me sirvió mucho en esos días tensos.

Viernes 11: Como la ducha era el río, partí en la mañana a bañarme. Allá me siguieron un buen número de niños que me tuvieron jugando con ellos más de dos horas. Me sirvió para pasar el calor pero tuve que aguantar los mosquitos que se gozaron picándome. Fue un rato agradable, donde me reí bastante, cosa que hacía rato no lograba conseguir.

La tarde fue más calurosa que nunca. A Amancio le correspondió presidir la celebración de la palabra. Apenas terminó se puso a llover, pues casi ningún día dejo de caer agua, sobre todo por la noche. Recibimos, además, el mercado que nos enviaron para completar lo que nos faltaba, eso sí que se excedieron en la cantidad y enviaron mercadería casi para un mes. De todas formas no nos quejamos, pues ahora podíamos compartir más con la comunidad.

Sábado 12: Se organizó un partido de fútbol, del cual no participé por que hacía bastante rato que el sol había salido y calentaba con una fuerza única. Solo mire cobijado bajo la sombra de un árbol.

Para pasar el calor fui a bañarme al río, allí me encontré con los niños, los cuales gran parte del tiempo pasan metidos en el agua jugando. Esta vez estaban recogiendo las hojas de los árboles que traía la corriente para hacer “chapaletas”, que no es otra cosa que un remolino que se ensarta en una varilla muy fina y que se hace dar vueltas corriendo por todo el caserío. La verdad es que por una parte me asombraba como se divertían con algo tan sencillo (a mis ojos) y como aguantaban corriendo bajo ese sol tan tremendo. En fin, era el valor de las pequeñas cosas.

En la tarde trabajamos con la gente un largo rato en los talleres sobre el tema del territorio y ley 70, acto seguido, celebramos la palabra con la comunidad. Luego de cenar compartimos un poco con la gente y luego nos acostamos.

Esa fue nuestra última noche en la comunidad, al día siguiente debíamos trasladarnos hacia Pueblo Nuevo, la comunidad vecina, pues ellos también pedían nuestra presencia, sobre todo por el tema de la celebración de la virgen del Carmen.

Domingo 13: Muy temprano tuvimos reunión de equipo, y decidimos que después de almuerzo salíamos hacia Pueblo Nuevo. La primera mañana nos dedicamos a dejar la casa en orden y limpia, así como también a alistar nuestras cosas para salir con tiempo.

Nos reunimos por última vez con la gente para tratar algunos temas de ley 70 que habían quedan inconclusos de la charla del día anterior. En ese momento aprovechamos de despedirnos de todos. La verdad es que todos nos tragábamos las ganas de llorar, igual la gente. Nos había tocado estar con ellos y ellas en momentos difíciles y nos expresaban en ese momento, con un tremendo cariño, su agradecimiento fraterno por haber estado allí. Me daba mucho pesar tener que irme del lugar, pero había que ir a Pueblo Nuevo. Les había tomado mucho cariño, pues me enseñaron muchas cosas en los siete días que compartí con ellos, aunque debo reconocer que por todo lo sucedido, estuve varios días un tanto cohibido. Me dieron enormes lecciones de fortaleza y cada uno de sus rostros dolidos, pero hermosos, los guarde en mi corazón. Desde el primer momento les dije hermanos y, hasta el último momento ellos me recordaron que así era.

Después de almuerzo nos fuimos. Luis, uno de los líderes de la comunidad salió con nosotros en compañía de su hijo pues debía solucionar algunos asuntos en Pueblo Nuevo. La gente nos despidió junto al río.

A los veinte minutos de viaje llegamos a Pueblo Nuevo, una comunidad negra, (al igual que Puerto Lleras) más grande y con muchos más niños (casi 150) Al igual que en Nueva Esperanza y Puerto Lleras, los habitantes de Pueblo Nuevo nos esperaban con alegría. Nuevamente no alcanzamos a bajar nada del bote, pues todos se abalanzaron para ayudar.

Nos ubicamos en la casa de los acompañantes, que era igual de rustica pero mucho más grande. Luego nos reunimos con los seis miembros del consejo de la comunidad, esto era prioritario en cada comunidad a la que llegábamos, pues así se reconoce que ellos son la autoridad representativa y elegida por los miembros de la comunidad. Les presentamos el plan de trabajo que traíamos y ya luego juntamos a toda la gente para celebrar la palabra con ellos. Allí nos presentamos ante todos y nos pusimos a su disposición para ayudarles en lo que necesitaran, sobre todo en la animación de la fiesta de la Virgen. Se les explico también que estaríamos solo dos días con ellos, ya que lo ocurrido en Puerto Lleras nos obligo a estar un tiempo más largo en dicha comunidad para acompañarla. Ellos comprendieron muy bien nuestras excusas.

Luego de eso cenamos y nos quedamos charlando con la gente un buen rato.

Lunes 14: Con mucho cuidado nos bañamos en el río por que aquí se han reportado muchos casos de picaduras de rayas y pejesapos, así que montados sobre un tronco tratábamos de tocar lo menos posible el agua, sobre todo en la orilla donde suelen posarse estos peces. Estábamos muy cerca de un campamento paramilitar que esta por el otro lado del río (que no es ni tan ancho ni tan hondo en esta parte), así que nuevamente estábamos un poco tensionados pero bien.

Mientras desayunábamos, en la casa vecina “pilaban” el arroz. El procedimiento es duro, pues primero se siembra, luego se cosecha, se junta y se pone al sol varias horas, incluso días, luego se pone sobre una base de madera y se comienza a golpear (“pilar”) con una maza de madera de doble punta roma para separar el grano de su cáscara. Luego se separa la cáscara del grano y recién en ese momento se puede cocinar. Sabe muy rico y es sumamente natural.

Preparamos el material para trabajar con los niños. Llegaron 66 a la casa escuela de la comunidad, allí les dimos una pequeña catequesis social, espacios recreativos y luego trabajaron pintando con lápices de colores y pinturas. Pasamos un rato muy agradable con los niños, y ellos se divirtieron bastante, lo cual era muy importante, pues en esa realidad de miedo que viven, hacerlos reír les hacía olvidar por un momento lo crudo del enfrentamiento armado.

Algunos de los muchachos del quipo salieron con gente de la comunidad a visitar el sitio nuevo donde se juntaran la comunidad de Pueblo Nuevo y Puerto Lleras. Esta iniciativa la han tomado para estar un tanto más protegidos y para facilitar la labor de acompañamiento de los grupos que visitan frecuentemente la cuenca.

A las 03:00 PM se trabajo con la comunidad adulta todo lo referente a la ley 70. La verdad es que a pesar de que en general conocen bastante bien como es el proceso que están viviendo, lo que implica y significa a nivel nacional y los beneficios y problemas que han tenido y han de tener por defender su territorio; están también muy faltos de talleres de capacitación que complementen mejor lo que ya saben. Así que recibieron muy bien el aporte que les entregamos.

Acabada la charla, comenzamos la celebración de la palabra. Al mismo tiempo comenzó a llover. Fue tremendo. Se descargo un aguacero con gran fuerza, que no nos dejo seguir con la celebración, ni siquiera se pudo leer el evangelio por que el fuerte ruido que hacía el agua al golpear el techo de la frágil construcción, apenas si dejaba oír al que estaba al lado de uno. Luego se descargó el viento e hizo estragos, pues la mayoría de las casas no tenían sus techos asegurados (pues estaban en las vísperas de cambiarse al sitio nuevo) y estos volaron por el aire. Todas las casas se mojaron por dentro, la nuestra no fue la excepción. Las camas quedaron empapadas por el agua que hizo entrar el viento. Los bolsos, los materiales, la ropa, todo se mojo. Solo dos nos salvamos un poco, pues habíamos armado nuestras camas detrás de una pared de madera y eso las protegió del agua que entro implacable. Alumbrados por la luz de una vela (pues ya era de noche) como pudimos ordenamos todo, colgamos la ropa mojada en los tablones de las paredes y nos secamos, pues en el trayecto entre la escuela y la casa quedamos empapados, pues nuevamente el agua nos sorprendió sin capa ni botas ni linterna. Los que quedaron sin colchoneta les toco dormir en el suelo sobre el plástico que traíamos para cubrir los bolsos durante el viaje por agua.

Martes 15: Alrededor de las cuatro de la madrugada un fuerte ruido me hizo saltar en medio del sueño tranquilo de la noche. Eran los y las jóvenes de la comunidad que venían a despertarnos con tambores para el tradicional “tambeo” que habitualmente adorna las fiestas religiosas de la comunidad. Se compone de danzas que principalmente hacen las mujeres y que integran también a los hombres luego de que ellas han demostrado su gran agilidad al bailar y su poesía al cantar. Yo habría preferido que hubiese sido un poco más tranquilo el despertar, pero estábamos en fiesta y esto era solo un adelanto de lo que sería la noche.

En la mañana nos dedicamos a arreglar y a secar todo lo que mojó la lluvia de la noche anterior. Luego nos reunimos con cerca de cuarenta jóvenes para elaborar el ya sumamente popular denario. También aprendieron rápido y se divirtieron bastante.

Después de almuerzo estuve ayudando a pilar un poco de arroz, y tengo que decir que es una tarea sumamente sacrificada, pues la espalada se reciente muy luego.

Se organizó un partido de fútbol, en el cual, algunos del equipo misionero sudaron un poco y otros nos dedicamos a animar el momento con cantos improvisados con los tambores.

Acabado el partido, nos reunimos con la comunidad para celebrar la fiesta de la virgen a la luz de la palabra. Lo hicimos ese día pues en la jornada siguiente debíamos partir de vuelta a Río Sucio. Me toco presidir a mí, mientras que Rubén y Argemiro se revistieron también para darle más solemnidad a la celebración, que resultó bastante bonita. Todos quedaron satisfechos, especialmente nosotros.

Ahora venía la fiesta. Luego de cenar nos reunimos todos en la escuela y después de unos minutos de desorganización, comenzaron las presentaciones culturales. Bailes, cuentos coplas y versos adornaron la actividad de la noche. Estos últimos fueron interpretados por las mujeres de la comunidad y hablaban del proceso social que vivían. Lamenté mucho no haber tenido una grabadora para poder grabar lo profundo de aquél canto que nace de la vida del pueblo. A nosotros nos hicieron participar también, pero como no teníamos nada preparado tuvimos que dedicarnos a contar chistes para salir del paso. Luego siguió el baile y cansados nos acostamos a dormir.

Miércoles 16: Feliz día de la fundación de la congregación. Fue el saludo que nos dimos unos a otros a las 05:00 AM, hora en que nos levantamos para comenzar a cargar el bote(hoy era el aniversario de la fundación de la congregación en 1949, en Vic España por San antonio María Claret y cinco sacerdotes que compartían su mismo espíritu). Resulto sumamente significativo celebrar esta festividad tan importante para nosotros en medio de una misión tan desafiante como la que llevamos a cabo durante eso días.

Con nostalgia salimos a eso de las 06:00 AM rumbo a Río Sucio. Por el viaje no pudimos impedir que unas lágrimas de emoción, y también de dolor rodaran por nuestras mejillas mientras pasábamos por el lugar en el que días antes habíamos recogido el cuerpo de Carlos.

Paramos unos momentos en Nueva Esperanza a devolver una olla que nos habían facilitado y nos encontramos con el grupo de acompañantes de la Pastoral Social de la Diócesis que habían llegado la noche anterior. Nos quedaba el cosuelo de que la cuenca no quedaría sin acompañamiento, pues la verdad es que no queríamos salir aún. De muy buena gana nos habríamos quedado un poco más de tiempo.

Cuando íbamos entrando al seco nos encontramos con que la palizada se había cerrado mucho. No era tan largo el tramo, unos ocho o diez metros, sin embargo, lo difícil era tener que empujar el bote sobre los troncos flotantes que formaban una telaraña horrible y que se hundían cada vez que uno los pisaba. Posibilidad de tocar fondo para apoyarse no había, así que tardamos un buen rato en esa tarea.

El “Seco” nuevamente hizo honor a su nombre pero esta vez mucho más que el día que entramos en la cuenca. A los pocos minutos de haber entrado tuvimos que sacar las palancas y, un poco más adelante, saltar al agua nuevamente. Lo nuevo fue que muchos peces y pájaros se habían muerto por alguna razón, y estaban flotando en el agua, lo cual la dejó con un olor sumamente nauseabundo. Algunos micos nos seguían curiosos por las ramas de los árboles, cosa que no había visto en todos los días que anduve en la selva. En un momento que me correspondió ir delante del bote, guiando la punta hacia Izquierda o derecha según fuera necesario, vi pasar junto a mi pierna un caparazón grande de tortuga. Me pareció simpático y trate de atraparla pero se me escapo, sin embargo, el Calvo la logro capturar y, al sacarla del agua me entere de que era de una especie de tortugas que tiene garras y mandíbulas sumamente fuertes, y que si hubiera querido morderme la pierna me habría sacado un buen pedazo fácilmente. La subimos al bote para regalarla, pues habitualmente se comen. Claro esta que el último tramo lo hice un tanto más nervioso. Fueron tres horas en el seco, quedamos llenos de barro, mal olientes y muy mojados, pero era el esfuerzo final.

De vuelta solo paramos en Vigía de Curbaradó a dejar la tortuga. Al llegar a Río Sucio, la mayor parte del pueblo estaba en la procesión de la Virgen, con sus mejores prendas, mientras que nosotros veníamos sucios de pies a cabeza. Nos bañamos, descargamos todo y ya pudimos darnos una ducha un poco más relajada, sin el miedo a las rayas o a otros animales.

Por la noche compartimos un asado para celebrar la buena experiencia de misión que en general se tuvo y, principalmente, el aniversario de nuestra congregación. Luego, algunos fueron al coliseo del pueblo a una rumba que se organizo con motivo de las actividades celebrativas. Los que veníamos de Jiguamiandó decidimos quedarnos en casa.

Jueves 17: A las 06:00 PM emprendimos el viaje de regreso en la Panga (lancha) de la Diócesis. Fueron cuatro horas de viaje por mar en donde tuvimos que pasar por varios retenes de la marina, nos sorprendió una breve lluvia que hizo que nos tapásemos con un plástico y donde paramos en un pequeño puerto de paso llamado La Boca para desayunar unos exquisitos pescados con plátano, ambos fritos. El paso por el golfo de Úraba, que da con el Mar Caribe fue bastante tranquilo, ya que generalmente el oleaje es fuerte en esa zona; esta vez, el mar nos dio tregua.

Desembarcamos en Turbo y rápidamente nos dirigimos hacia Apartadó, pues Albeiro tenía una reunión con el Obispo a las 09:00 PM. Dado que al día siguiente teníamos que viajar muy de madrugada rumbo a Calí para asistir a la consagración Episcopal de nuestro hermano Oscar Vélez CMF, el quipo de la parroquia, con un gran esfuerzo, quiso hacernos un tremendo regalo costeándonos el viaje en avión hasta Medellín, lo cual, pese a que esperamos casi dos horas y media el vuelo que venía retrasado, nos hizo ahorrar diez horas de viaje en bus. Así fue como en media hora aterrizamos en Medellín donde el Padre maestro nos esperaba hacía ya bastante rato.


Disculpen que me haya excedido tanto en la extensión del escrito, sin embargo, creo que me faltan palabras para contar lo que viví. Quiero concluir compartiendo con ustedes que doy agracias a Dios por esta experiencia, la cual me cuestionó mucho. Fue difícil, pero tengo la convicción de haber aportado un granito de arena al trabajo que nuestros hermanos claretianos realizan en la zona del Bajo Atrato. Aún ahora tengo sentimientos encontrados, por una parte, siento miedo después de lo que me toco vivir, pero por otra, volvería allá con todo mi corazón. Pido que oren mucho por las hermosas personas que viven en el Chocó, en especial por las comunidades de la cuenca del Jiguamiandó, la vida en ese lugar es dura, pero pesé a todo tiene la convicción de que el Dios de la vida está con ellos, si no fuera así hace mucho tiempo que habrían cedido en su lucha por conservar sus territorios.

Hermanos, que Dios les bendiga, a la distancia oro por ustedes, gracias por haberme permitido compartir con ustedes los sentimientos que alberga mi corazón al hablar de la misión que más me ha marcado hasta ahora. Con mucho animo sigo adelante y pido a Dios que les fortalezca en sus actividades pastorales; en la construcción del tan necesario Reino de Dios.





1 comentario:

Anónimo dijo...

como sabes ya me la habias contado, pero el leerla fue tan impresionante como cuando te la oi. mas impreionante fue cuando mientras la leia alguien me pidio acceso en mi chat y adivina quien era, jorge luis un amigo tuyo que estubo en colombia contigo, fue muy divertido, pero es genial, tan loco como tu pero muy dulce a la vez. nos caimos muy bien y te pelamos largo rato, jajajja.
me imagino que esta experiencia te marco como se.
te quiero mcuho
cuidate y gracias por que de alguna manera interbeniste para haber conocido a jorge que es una bella persona.
veronica