lunes, 5 de diciembre de 2005

Vive Todavía el Indómito Pueblo Araucano

Volveré a decir que estoy vivo

que estoy cantando

cerca de una vertiente[1]

Pedro de Oña escribía en 1596 una obra llamada Arauco Domado. Con esta daba cuenta desde su visión como la madre patria había logrado apaciguar al pueblo belicoso que vivía en los territorios del sur del mundo a conquistar. Sin embargo, lejos de haber sido domado, Arauco siguió resistiendo y tocando las trutrucas que anunciaban la perpetuación de la gente de la tierra. Se mantuvo distanciado, sufriendo los embates que les ocasionaron las personas que venían desde el otro lado del mar. Sin embargo ha seguido ahí, en el constante bregar diario para poder sobrevivir en medio de un mundo que cada vez les discrimina más, que desconoce cada vez más las raíces ancestrales que forman parte del corpus de nuestro pasado americano.

Transitar por la historia del pueblo araucano es transitar por una parte de la historia de nuestra América. Escribir sobre ellos es, de alguna manera, reivindicar el lugar que siempre han tenido y que se les arrebató a causa de la avaricia y los afanes de señorío.

Es necesario poder internarse en las venas de nuestra historia ancestral para poder encontrar el punto en el cual cada pueblo toma su propio rumbo y camina sus propios senderos, aunque tal vez lo más fundamental de todo sea poder reconocer y valorar lo propio de cada una de las etnias de nuestra tierra que mana leche y miel.

Se sabe que los primeros indicios que nos hablan acerca de los territorios araucanos se conocieron gracias a los avances Incas, quienes establecieron el río Maule como frontera del imperio del sol. Puesto que el pueblo mapuche no les permitió llegar más allá. Recién con Pedro de Valdivia se logra llegar al valle del Mapocho en 1541 y fundar la ciudad de Santiago. Para unos el fin de la libertad del pueblo araucano, para otros una lucha que hasta el día de hoy se mantiene vigente, una lucha por defender el territorio y todo lo que en el está contenido.

Durante el período de ocupación española, los araucanos alcanzaron una notable organización militar que les permitió no dejarse pasar a llevar por las fuerzas españolas. Haciendo que la idea de un Arauco domado, quedase solamente en la imaginería de su creador.

Ciertamente que al hablar de aquello se nos vienen a la mente las recias figuras de los toquis Caupolicán y Lautaro, entre otros, los cuales dieron gran estabilidad a esta figura política tan importante para el pueblo mapuche.

Desde esa figura importante se sucede un golpe duro para España, la muerte del conquistador conquistado, Pedro de Valdivia, en 1553. Ello significaba que el pueblo que se consideraba burdo e incivilizado era capaz de organizarse de manera tal que no se dejaba someter y que incluso podía dar cuenta de los jefes españoles que encabezaban la conquista. Las victorias, por parte de España, que más tarde se sucedieron solo habrían de ser un breve respiro en el conflicto, pues “la gente de la tierra”[2] estaba lejos de dejarse pasar a llevar.

El reconocimiento de la independencia chilena en 1641 dejo de lado el conflicto de la araucanía, puesto que habían asuntos de otra índole que debían ser atendido y por lo tanto se le bajo el perfil a un conflicto que aún respiraba.

Frente al desolador panorama que la guerra con Arauco presentaba para España, surgen los llamados Parlamentos de Paz para poder negociar y lograr acuerdos. Sin embargo, esos parlamentos no representaron una instancia de respeto dado que incluyeron un afán de adoctrinamiento por parte de la Iglesia que vio en ello la posibilidad de evangelizar, aunque, desgraciadamente desmereciendo el valor de la religión propia del pueblo mapuche. Simplemente fue otra instancia que violento a la gente de la tierra. Por tanto, el rol de la Iglesia en el conflicto no fue benévolo como podría haberse esperado.

Se estima que antes de la llegada de los españoles los mapuches ascendían a medio millón de habitantes, los cuales vivían en plena armonía con su entorno, en una plena ausencia de dominios territoriales, todo era de todos y para todos, por tanto no había por que guerrear entre hermanos. A lo sumo existían rencillas locales a causa del ganado, pero nada que alterara la convivencia pacifica del pueblo del sur.

La familia constituía la estructura organizacional y económica más importante, junto con los clanes que mantenían buen contacto entre sí.

La figura del jefe que comanda a la familia y al clan es de vital importancia para la organización de un pueblo que se está viendo invadido y violentado. Es por eso que anteriormente se traían a la memoria las figuras de Lautaro y Caupolicán, dado que ellos logran combinar de forma efectiva todos los requisitos indispensables para ser un buen líder, un líder capaz de llevarlos a la victoria y que, incluso después de haber sido ajusticiado, pudiese seguir siendo inspiración para continuar adelante con la resistencia frente al invasor que no cejaba en su intento por domar lo indomable.

Y si bien es cierto que el patriarcado era de notable importancia, representado en la figura del toqui y del lonco, la mujer no se quedaba atrás, ya que el rol religioso que esta cumplía (y cumple) era algo vital para la vida mapuche. La machi no es una figura menor dentro de la organización cultural del pueblo Mapuche, puesto que si el hombre, en la figura de jefe lograba aunar las fuerzas de todos para poder emprender la resistencia, la mujer, en la figura de la machi, a través de sus prerrogativas conectaba con el mundo trascendente de los espíritus para poder encontrar la fuerza que va más allá de la fuerza física, la fuerza interior que logra romper las barreras de lo imposible y que hace que cualquier empresa sea llevadera. Por tanto, no es justo dejar de lado el papel importante de la mujer, que dentro de los roles que cumplía lograba un cierto papel de jefe que a veces no es cien por ciento reconocido.

Es importante destacar que el pueblo mapuche logro una representación y explicación de la estructuración del mundo a un nivel muy profundo y significativo. Desde ahí se entiende la importancia del territorio, puesto que es ese el lugar donde descansa toda la herencia ancestral, la historia que dice quienes son y hacia donde avanzan.

La vinculación que logran con el entorno dice relación con la fuerza vital que de este obtienen. Una visión panteísta que permite una simbiosis entre los espíritus que conforman la tierra y el espíritu de los habitantes de esta, empezando por el espíritu más importante de todos Ngenechen, el cual entrega sabiduría que se transmite de generación en generación orientando a los más jóvenes que llegan a este mundo.

¿De que manera se logra que un pueblo por esencia pacifico se vuelva violento? simplemente amilanándolo a la manera como ha sido amilanado el pueblo Mapuche desde la conquista.

Claro está que los españoles actuaban desde la ignorancia frente a lo desconocido, frente a aquello que no se ajustaba a los estándares a los que ellos estaban acostumbrados.

Lo paradójico resulta ser que hoy, que comprendemos (o que decimos comprender) el valor antropológico de cada una de las culturas de nuestra América y del mundo entero, sigamos en la senda de la discriminación y de la permanente conquista respecto del pueblo araucano.

Que deuda más grande tenemos para con la gente de la tierra, deuda que lejos de ser saldada se acrecienta cada vez más. Los acusamos de anarquistas, cuando ellos se rigen por la ley de la tierra, que está antes que la ley de nuestros textos, los acusamos de insurrectos, cuando fueron conducidos a la legitima insurrección para recuperar lo que les corresponde por herencia ancestral, Les decimos ignorantes, siendo que en su gran sabiduría han logrado vivir en conexión con el medio, algo que nosotros, por más que buscamos; no alcanzamos. Les miramos inquisitivamente, como si fueran ajenos a la tierra que pisan, cuando ellos, aún teniendo derecho de hacerlo, no responden de la misma forma.

Resulta necesario poder hacer la necesaria memoria histórica respecto del tema que hoy he invitado a reflexionar, memoria que puede llevarnos a abrir nuestros ojos para ponernos en camino de reparar las heridas que los que antes que nosotros vinieron, han dejado abiertas sin ser debidamente sanadas, heridas de un pueblo que pese a todo, aún continua gritando a los cuatro vientos MARICHIWEO!![3]


[1] Leonel Lienlaf en ”Se ha despertado el ave de mi corazón” poemario mapuche.

[2] Mapuche significa “Gente de la Tierra”

[3] “diez veces venceremos”

1 comentario:

Carla dijo...

aloha, pase de visita por aquí..
como que no has escrito nada...uff!! me falto tiempo para leer!!
en fin, sigue escribiendo q te leo.
besos y cariños.
te leo de ahi..